Las habilidades sociales son un conjunto de comportamientos mediante los cuales una persona expresa sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado al contexto, respetando a los demás y resolviendo los problemas inmediatos de la situación (Caballo, 1986). Las más destacadas, según distintos estudios son:
- Aceptar y hacer cumplidos
- Hacer y rechazar peticiones
- Expresar amor, agrado, molestia o enfado.
- Iniciar y mantener una conversación.
- Defender los propios derechos.
- Expresar opiniones personales, incluido el desacuerdo.
- Afrontar las críticas
- Disculparse o admitir ignorancia
- Petición de cambio de conducta del otro.
De todas ellas, la más importantes es conversar o dialogar, porque es el tronco del que brotan todas las demás.
El diálogo (RAE) es la conversación entre dos o más personas que alternativamente muestran sus ideas o afectos. Es una capacidad básica de todo ser humano, la forma de expresión de uno mismo, y tiene un valor intrínseco. A través de ella una persona aprende a conocerse, a conocer a los demás y a convivir.
Para que se dé un diálogo es necesaria la unión de un conjunto de elementos (Caballo, 1997):
- La mirada. El contacto ocular es una señal de implicación y de interés. Los ojos, la expresión de la cara nos aporta información sobre las opiniones y sentimientos de la otra persona. En este aspecto, un diálogo constructivo supone escuchar sin interrumpir, sin hacer gestos de cansancio o desaprobación y seguir con atención los argumentos del otro.
- La atención corporal. Ambas personas han de colocar sus cuerpos indicando que se están escuchando.
- La retroalimentación, es decir, la expresión de comentarios que manifiesten escucha; porque establecer un diálogo supone saber escuchar más que saber hablar (Blanquet, J. 2013). De esta manera se puede dar pie a la honestidad y la espontaneidad, claves esenciales en el diálogo constructivo.
- La autorrevelación, contar cosas de nosotros mismos. Todo ello bajo una actitud de respeto mutuo y constructiva, sea cual sea el grado coincidencia en el asunto de la conversación.
En definitiva, el diálogo permite establecer las bases para resolver los conflictos interpersonales. Pero sólo es posible lograrlo si lo orientamos de forma constructiva, es decir, partiendo del principio de que todos tenemos sólo una parte de razón. Esto nos permite avanzar en el entendimiento mutuo. Porque la finalidad del diálogo, no es la búsqueda de la verdad o de la objetividad, sino la comprensión entre las personas (Asensio, J.M., 2011).