En el día a día nos encontramos con multitud de problemas que tenemos que resolver para avanzar y evolucionar. La mayoría de ellos son simples, otros son complicados y los menos, pero los más difíciles y duraderos en el tiempo, son complejos. Cuando los problemas son complejos se requiere de un tipo de respuesta totalmente diferente. ¿Sabes responder ante ellos dentro de tu organización?
Qué es un problema
Entender qué es un problema es el primer paso. Un problema es una situación que nos provoca malestar y el modo de lograr sentirnos bien no es inmediatamente evidente. Asimismo nos encontramos ante un problema cuanto tenemos un objetivo y en ese momento desconocemos los pasos para alcanzarlo.
En ese momento, nuestra mente percibe la necesidad de cambio y explora una respuesta. Para modificar dicha situación contamos con un cierto número de esquemas de respuesta. Hay situaciones para las que tenemos esquemas de respuesta adecuados y hay otras para los que nuestros esquemas no valen y tenemos que inventar otros. Tras encontrar la solución más adecuada e implementarla, necesitamos comprobar o validar el resultado. Si no fuese necesaria la comprobación de la solución, la situación no sería un problema.
Cómo identificamos el tipo de problema
El siguiente paso es identificar el tipo de problema. Podemos distinguir tres tipos: simples, complicados y complejos, según el profesor Burbules C., Nicholas (2019) de la Universidad de Illinois (Estados Unidos).
Un problema simple es una situación fácil de resolver por tener al alcance de la mano posibles soluciones con efectos comprobados. Supone seguir unos pasos claros que se ejecutan de manera repetitiva. Por ejemplo, seguir un tratamiento médico, una receta culinaria, etc.
Un problema complicado, también de naturaleza técnica, requiere de la coordinación entre una serie de factores y de seguir unos pasos concretos para lograr resolverlo. De esta manera, la solución se puede formalizar y generalizar para todos los casos del mismo tipo de problema. Por ejemplo, arreglar un coche, construir un avión.
Para resolver estos dos tipos de problemas utilizamos el pensamiento lineal o vertical, que se basa en seguir una secuencia de ideas. Estamos hablando de la inteligencia lógica. Por el contrario, para resolver un problema complejo, necesitamos utilizar el pensamiento lateral, que es creador y probabilístico. Se basa en la exploración de todos los caminos posibles y en el ensayo-error.
Un problema complejo es una situación de mayor incertidumbre que tiene a la vez propiedades únicas y comunes y que la experiencia no es garantía de éxito. De esta manera, no se puede estandarizar su solución y generalizar para que otros/as puedan implementarlo en situaciones del mismo tipo de problema. Por ejemplo, la violencia, la soledad, dificultades de comunicación, etc.
Cómo enfrentarnos a un problema complejo
Para resolver un problema complejo se requiere de un conocimiento profundo de su naturaleza. Es necesario analizar y comprender la situación concreta, identificar los aspectos que lo definen, únicos y comunes, ver las soluciones que ya existen y asumir un enfoque de “explorador/a”.
Se trata de utilizar el pensamiento lateral y de no seguir un camino dado, sino de crear uno nuevo. A veces, el menos evidente. De esta manera podremos diseñar una medida adecuada al problema.